AMANECER

 

 

Sentía insólitas magias colar

como sangre malsana de cortes

profundos que desfiguraban el alma

mientras, indolentes, las Pléyades migraban

hacia remotas galaxias, renunciando

a estelas temblorosas de anémicas luces,

pálidos marcos a recuerdos malvados.

Voluble, un tálamo de arena

me regalaba tibiezas de rocío

y respiraba el mar, implorando

a la noche que yaciera aún a mi lado.

Pero he visto la aurora, divina

promesa de vida, nacer sin voz

de encantadas pestañas de olas y he sonreído.