DANZABA  LA  VID

 

 

La vid americana danzaba

al siroco, vestida con el hábito

más bello, para tí que te ibas

hacia aquel solo mar que todavía

no habías navegado. Ignoro

-y el tiempo no me ayuda –

qué pensabas entonces pero, recuerdo

la mirada demacrada de dolor

y las palabras mutiladas de un íntimo

diálogo que se hundía en el ángulo

más obscuro de la habitación.

 

Y cada tanto me pregunto si después

te han abierto aquellos canceles

y porqué ciertas plantas

se visten de sol en los días

de la muerte.