Circunvoluciones de sal
dibujan de olas
las paredes arduas de mi
corazón
de madera mientras el
viento,
que rapta el grito
de las gaviotas, me
lanza
arrogante nuevos
desafios.
No temo la ira de los
dioses
que en el Olimpo
envejecen
y busco halagos de
sirenas
para nutrir mi tiempo
que huye como agua
de los dedos cerrados.
Quiero encontrar el lugar
donde el día se acuesta
con la noche y en el silencio
cada cosa se cumple
después, lo que queda gastaré
en la espera que Penélope deshaga su trenza.