MAREA

 

 

Cuando el umbral

extremo de la angustia

está superado, en el crónico

desorden de miserables

días amontonados,

aguda una marea

me ataca sin escape.

Se trepa con garras

gentiles, llena cada

secreta anfractuosidad,

sofoca brotes

deformes de pensamientos,

ahoga el corazón

y su incierto latir.

Después, improvisa

vuelve a sus abismos

de cielo, en el nicho

más raro, donde de eternidad

se viste el alma.